lunes, 11 de mayo de 2015

En cualquier momento llegará tu fin

     La soledad más amarga es la de dos esposos en techos distintos.  La soledad más persistente, la del vacío de uno y la ternura de otro, que no saben encontrarse.  La soledad más desesperante, la de las manos que se atraen por su tibieza y se separan por su orgullo.  Eso de faltar a las manos el apretón, la calidez además de soledad es aridez y sequía.
Cuando te sumes en la soledad, todo es inútil.  Como un pincel estático, sin inspiración, sin deseos, sin ganas, sin nada.
Como un paisaje desolador, desnudo, sin flores, sin hojas, sin nudos, sin pájaros, sin nido.  ¡Un pincel que torna oscuros todos los colores del universo!

La soledad no deprime. Lo que deprime es amurallarse en ella. Los achaques y las penas no aplastan.  Lo que aplasta es nuestra mente, que los agranda hasta que nos caen encima como un manto tupido e impenetrable de soledad.
Toma un viaje a tu interior. Una cita contigo mismo. Deja un momento esta semana solo para ti, puede ser 10 o 15 minutos pero que sea un momento para cerrar los ojos y escuchar tu voz interior, la voz de tu alma.
Piensa en un lugar que te guste, en algo que te agrade y concéntrate.
Respira despacio y profundo.
Luego piensa en ti, escúchate. Este ejercicio sencillo es muy relajante.
¿Cuántas veces has querido escapar de tu rutina diaria, tener un momento de paz y tranquilidad?
Tener un momento para concentrarte, v
erte a ti mismo, y hablarte, comunicarte con tu interior.
Tú puedes hacerlo, algunas veces puedes ir de vacaciones, o tomar un retiro.
Pero muchas veces no tenemos tiempo para hacer eso y necesitamos un momento en nuestra rutina diaria para escuchar nuestra voz interior.